Marta Trigo Marabotto
“El proyecto de Pediatría fue un gran reto: había que trabajar contra reloj pues no se podía permitir que la información quedara obsoleta”, argumentó Marta Trigo
Por Lic. Jorge Noel Marqués
Foto: Téc. Yamilé Hernández
Marta Trigo Marabotto comenzó a trabajar en el Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas, CNICM, en septiembre de 1983; específicamente en el Departamento de Publicaciones como Especialista Principal de Corrección. Ese mismo año impartió un curso de tipografía y corrección a los trabajadores del departamento.
En aquellos momentos el departamento estaba en el edificio Soto y los redactores y correctores en la sede del Minsap. Luego ocurrió el traslado para 19 y E y se crearon las condiciones para convertir el Departamento en la Editorial de Ciencias Médicas. Entonces, ya se publicaban libros y revistas médicas.
Trabajó varios años como correctora de revistas. Era difícil por su complicación y rapidez, pues cada revista podía tener 20 artículos y un autor diferente, además de la diversidad de temas de cada especialidad. Los detalles a tener en cuenta eran muchos: desde el título del artículo pasando por el resumen y luego el resto del contenido.
¿Qué características tenía el trabajo de edición en revistas y libros?
Las revistas médicas tenían frecuencias diferentes según la especialidad que las acreditaba; así, cada redactor y corrector trabajaba en varias de ellas. En la editorial se llegaron a publicar más de 50 revistas al año. Se creó un equipo de redactores para los libros que fue ganando en experiencia y profesionalismo hasta llegar a lo que es hoy el Departamento de Libros de la Editorial. Desde entonces se editan libros de consulta y textos docentes para las facultades de medicina.
Por los años 90 se realizó un ajuste en el que los redactores pasaron a ser editores y el Departamento de Corrección desapareció. Entonces yo pasé a ser editora de revistas y trabajé con el profesor Rojas Ochoa en la Revista Cubana de Administración de Salud y con el profesor David García Barreto en la Revista Cubana de Cardiología, entre otras.
Cuando la editorial se mudó para el edificio de Línea e I y el director era Guillermo Padrón, pasé para el Departamento de Libros y al poco tiempo impartí un curso de edición de libros que funcionó en la Biblioteca Médica Nacional.
¿Algún hecho destacado en su trayectoria laboral?
Un día la directora de la editorial, Damiana Martín, y el director del CNICM/Infomed, Pedro Urra, me llamaron a una reunión para comunicarme que yo sería la editora del proyecto Pediatría de autores cubanos. Esta idea surgió en el Consejo de Estado concebida por el profesor Ernesto de la Torre y consistía en hacer un libro en el que se expusieran todas las especialidades que atienden la pediatría escrito por autores cubanos.
Sentí miedo, no por el trabajo en sí, sino porque iba a lidiar con los mejores pediatras del país. Sin embargo, el trabajo fue un reto y la lidia un placer.
Digo que fue un reto porque un libro concebido para 3 tomos se convirtió en uno de 7. Cada especialidad tenía su grupo de autores (muy pocas especialidades fueron de un solo autor) y cada cual su estilo de escritura según la especialidad.
Tenía que mantener una unidad estilística para la mejor comprensión y calidad del libro. Los autores fueron casi 100 y aunque no tuve un nexo directo con cada uno, todos me ayudaron, evacuaron mis dudas y entregaban el material a tiempo.
Tengo varias anécdotas de sucesos con algunos autores que por razones de espacio no puedo contar, pero todas llenas de respeto y amor al propósito mencionado. Fueron 5 años “contra reloj”, pues no se podía permitir que la información quedara obsoleta. Los compañeros de la editorial me apoyaron mucho: la dirección, los diseñadores, las compositoras, etc., puedo decir que fue una labor de equipo.
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