José Ramón de Lázaro Bencomo (José Delarra)
Síntesis Biográfica
José R. Lázaro Bencomo, conocido como José Delarra, nació el 26 de abril de 1938 en San Antonio de los Baños, Provincia La Habana. Desde niño se encaminó por el sendero de las artes plásticas, trabajó en un taller de escultura como ayudante para contribuir al sostén familiar. Su padre era encuadernador de libros, zapatero y artesano, oficios pocos remunerados entonces, pero que sí valieron, al menos, para trasmitirle una fina sensibilidad artística. En 1949, con 11 años, hizo su primera escultura en el patio de su casa en la barriada del Cerro. Allí, colocó al Martí que tanto amaba. De sus primeros años de existencia dijo en una ocasión: Viví mi infancia en un mundo de pobreza que no podía aceptar, pero al mismo tiempo fui creciendo entre gentes que hacían brotar cosas hermosas de sus manos.
Juventud
De joven anduvo de plaza en plaza, haciéndoles fotografías escultóricas a numerosos pobladores: al ciego, al violinista, al hombre que se sentaba en la esquina de la acera. Una hora le bastaba para terminar el «retrato». Y eran tantas las personas que le rodeaban cuando trabajaba en las calles, que su presencia llegó una vez a cerrar el tránsito y hubo que pedirle ayuda para dispersar el tumulto.
Comenzó sus estudios de escultura en 1949 en la escuela de arte de Villate y luego amplía sus estudios en San Alejandro. Se incorporó desde temprana edad a las luchas revolucionarias. Sufrió encarcelamiento por luchar contra la tiranía, antes de graduarse, se ve precisado a abandonar el país por la persecución de algunos sicarios de Batista por lo que tuvo que marchar a Europa; donde culminó sus estudios en Madrid y Florencia. Durante el periplo europeo recibe las enseñanzas de grandes escultores como José Clará (en Barcelona) y Vistorio Macho en Toledo.
Realiza prácticas artísticas como ser copista en el Museo del Prado de Madrid, o ayudante y alumno del escultor Antonio Berti en la Escuela de Bellas Artes de Florencia. Visita otros países europeos como Holanda, Alemania, Bélgica. Esta experiencia en sus años de formación, a la que se suman profesores como Sicre, o su trabajo como ayudante de Fernando Boada, fueron para Delarra el impulso y la motivación para buscar una forma de decir propia. Una de sus mayores influencias, serían sin lugar a dudas, la obra monumentaria de Teodoro Ramos Blanco y de Juan José Sicre, y sus mayores inspiraciones para incursionar desde los comienzos mismos de su carrera, en la escultura pública conmemorativa.
Al triunfo de la revolución regresa a su patria donde se integró al movimiento cultural que despegaba en la Isla, fue director de la Academia San Alejandro, ejerció como profesor suplente de escultura en los talleres vocacionales de arte en la Escuela Villate, director de Artes Plásticas de la provincia de La Habana, conferencista, creador de centros de cultura y creador de monumentales conjuntos artísticos devenidos símbolos patrióticos en varias provincias de nuestro país.
En la década del 60 se aventura en múltiples exposiciones didácticas en escuelas, fábricas, parques: desde el Parque Central de La Habana, hasta el parque de Güira de Melena, que serían testigos de una exposición móvil que él tituló de “escultura revolucionaria” para que el pueblo conociera esa manifestación del arte a la par que hace demostraciones prácticas de cómo se crea una escultura. Incursiona en la cerámica, la ilustración gráfica, el grabado: es uno de los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana, hace varias exposiciones de litografías sobre diversos temas y apuntes, los más sobresalientes tienen como tema el caballo, que es uno de sus asuntos más recurrentes: el animal no sólo como fuerza y belleza aerodinámica, sino como protagonista de nuestras luchas independentistas y de la nacionalidad cubana.
Obtiene numerosos premios en esta época: el primer premio del concurso que convocó la Universidad de La Habana para dotar de una escultura de Rubén Martínez Villena a la Biblioteca Central de ese centro de estudios. Aunque más reconocido socialmente como escultor, fue dueño del barro, el hierro, el hormigón, la madera, el lienzo. En el dibujo y la pintura de Delarra sale desnuda, casi transparente, el alma del creador. Explosión de luz y de colores y serenidad de espíritu proyectan su tríada de símbolos: la mujer, el caballo y el gallo.
Como enérgico y prolífico. El rasgo primero está evidenciado en cada obra suya, en el cual el sujeto se nos representa vivo, auténtico. De lo segundo, dan fe más de 110 obras de pequeño y gran formato y las 220 exposiciones nacionales y foráneas en las que ha participado, personal o colectivamente. Este genial artista modelaba, sobre todo, con la yema de sus dedos y con tan notable rapidez que era difícil definir el momento exacto en que lograba formar una imagen en el barro que amasaba, cuándo surgía una nariz, un gesto facial, una sonrisa.
Su obra más sobresaliente fue el Monumento al Che erigido en la Plaza que lleva el nombre del Guerrillero Heroico, en la ciudad de Santa Clara; fue esta su obra capital y siempre será recordado por ella. Trabajó en el monumento durante seis años, para darle el amplísimo alcance posee, no es sólo el Che de Villa Clara, con su brazo en cabestrillo, representa un todo: la decisión de ser médico o combatiente, el trabajo voluntario, el discurso en la ONU y la carta de despedida a Fidel; es además un Che que camina, que está en movimiento, que se voltea hacia América del Sur para cumplir su destino. Cuando se descubrieron en Bolivia los restos mortales del Che y sus compañeros, Delarra se involucra nuevamente en el proyecto del Memorial y esculpe la imagen de los 38 guerrilleros, los combatientes caídos en Bolivia. Un día Delarra dijo allí en el Monumento al Che: “Si se cae me caigo con él, los artistas y los capitanes de barcos vivimos y morimos con nuestra obra”. Los monumentos alzados en las Plazas de la Revolución de las provincias de Holguín, Granma y Villa Clara, entre otros, perpetuarán su quehacer y su modestia, dado que Delarra donó más de 60 mil dólares y dos millones de pesos al país, al renunciar al pago por sus obras realizadas. Bien ganado tuvo el título de cronista de la Revolución y de escultor del Che, que le han dado los que conocen su obra y su estatura humana.
El gran interés que mostró siempre en transmitir sus conocimientos y sus experiencias, quedó plasmado en un Laminario de las Artes Plásticas, libro de carácter eminentemente popular y dirigido a los que se interesan en esas disciplinas, que ofrece con gran didactismo conocimientos generales tan diversos como las técnicas del grabado o la historia del Alma Mater. A Isis y Leo, dos de sus hijos, poseedores ambos de una vasta experiencia y prestigio como escultores y pintores, les enseñó que antes de esculpir o pintar una figura, hay que conocer quién es el personaje sobre el que va a trabajarse, sus características, temperamento, carácter. De lo contrario -les decía- lo que nace es «un muñecón vacío». Y a Flor de Paz, la mayor, le inspiró a dibujar el mundo con palabras.
Quiso representar a algunos de sus contemporáneos de la cultura y modeló sus cabezas en el estudio de La Habana Vieja, convertido en la Galería Cabagallos. Abrazó con fuerza la idea de recrearlos artísticamente y esculpió a Pablo Armando Fernández, sobre un libro; a Olga Navarro, rodeada de mar y caracoles; a Zaida del Río, con un pájaro en la cabeza. También a Jesús Orta Ruiz, Harold Gramatges y Enrique Núñez Rodríguez.
Incursionó en la cerámica, la ilustración gráfica y el grabado. Fue uno de los fundadores del Taller Experimental de Gráfica de La Habana y presentó exposiciones de litografías de variadas temáticas La última exposición pictórica de Delarra tuvo lugar en el Memorial José Martí, en mayo del 2003; esta se tituló De la epopeya a la mesura.
Muerte
A los 65 años de vida el 26 de agosto del 2003 fallece el artista en Ciudad de la Habana, fue sepultado con honores militares en el Panteón de las FAR.Por su meritoria labor como escultor y pintor, Delarra se hizo acreedor de varias condecoraciones, entre ellas el título de Héroe Nacional del Trabajo, Hijo Ilustre de San Antonio de los Baños, la Medalla Alejo Carpentier y la Réplica del machete de Máximo Gómez. También Delarra fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Comité Nacional del Sindicato de los Trabajadores de la Cultura.
Labor artística
Cuando nos referimos a Delarra, siempre se piensa en sus monumentos no obstante nunca se canso de buscar una forma de decir propia, no se conformó con la pertenencia a una corriente estilística en particular, sino que se expresada a través de la experimentación y la incursión en diferentes campos de la plástica. Se dedicó; además de la escultura, a la pintura, incursionó en la cerámica, la ilustración gráfica y el grabado. Muestra de lo anterior son sus más de dos mil obras de pequeño y gran formato y las 220 exposiciones nacionales y foráneas en las que ha participado, personal o colectivamente. Su pintura era completamente distinta a su escultura, al pintar recurría a tres temas fundamentales, la mujer, el caballo y el gallo.
De él han trascendido los enormes complejos escultóricos de las plazas de la Revolución erigidas en de Bayamo y Holguín; en el memorial General Antonio Maceo, como homenaje al jefe mambí caído en San Pedro; la cabeza monumental de Engels, en Pinar del Río; la figura ecuestre de Máximo Gómez, en Camagüey; el monumento en homenaje a los esposos Rosenberg, en la intersección de las calles Zapata y Paseo, de la capital cubana; el monumento ubicado en el Campamento de Camilo en Jobo Rosado; de gran simbolismo con una forma ovalado estrellada que da la impresión que asciende y en su centro el relieve calado de Camilo de 1.72 m la estatura física del Héroe de Yaguajay. Además el monumento en honor del Vaquerito; en la ciudad de Santa Clara, el Martí de la Fragua Martiana, el monumento al descarrilamiento del tren blindado y el mayor monumento al Che existente en el mundo, en torno al cual también levantó, en la ciudad de Santa Clara un gigantesco conjunto escultórico. Su obra artística la encontramos también en el bronce sobre mármol colocado a la entrada de la Asamblea Nacional del Poder Popular; y la cabeza de Martí en la Revista Bohemia.
De igual manera la huella arte puede hallarse en diferentes países del mundo, como Uruguay, República Dominicana, España, México, Japón y Angola. De sus obras en el exterior sobresalen el bajorrelieve dedicado a las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, ubicado en un prado de flores amarillas en esta última ciudad, el monumento a los cubanos caídos en Angola —donde representó a cubanos y angolanos hermanados en la lucha libertaria, y donde están las etnias, tradiciones y plantas características de Angola junto a la palma real. España, el monumento en honor a José Martí en la plaza Ciudad de La Habana de Gijón. En México, inaugurado en 1981, realiza el monumento a la Historia de México que enaltece la historia nacional mexicana a través de grabados de los personajes históricos de máxima relevancia. Debido a su forma, popularmente se le conoció desde su inauguración como “Monumento a la Licuadora”. También en México; en 1978, diseña su primer monumento fuera de Cuba, el Monumento a José Martí, en el mismo en alto y bajorrelieve, se muestran fragmentos de su poesía y retratos sobre la piedra.